Se acabó la espera, ¡ya estamos de vuelta con la sexta edición de nuestros encuentros! ¿A qué habéis venido y qué busca vuestro corazón? Nos preguntaba nuestra primera invitada de la temporada, Cristina Pardo Rojo Especialista en Desarrollo y Talento, vicepresidenta de la Asociación Internacional de Altas Capacidades. Formadora y coach internacional en las áreas de liderazgo, altas capacidades, recursos humanos, deporte y equipos nacionales e internacionales. A través de su experiencia, nos relata lo difícil que lo tuvo cuando empezó en este país. Sin embargo, fue valiente y luchó por su sueño. Desde luego fue una gran decisión. ¡Bravo!

Una de las preguntas clave fue si el líder nace o se hace. La respuesta de Cristina fue muy clara: “el líder es una mezcla de una serie de características internas y de la voluntad y disciplina para serlo”. Así, consiguió que niñas del tercer mundo sin recursos, consiguieran competir a nivel internacional a través del trabajo duro, la ilusión, y la motivación por conseguir sus sueños.

Se entró a debatir entonces en los conceptos de motivación e ilusión. ¿Son lo mismo? “La motivación es el motor que impulsa al ser humano a cumplir sus sueños. La ilusión, por el contrario, es más bien una fantasía, una meta sin materializar, sin un nivel de compromiso”. Tras estas definiciones, señaló que la motivación intrínseca es la más satisfactoria, aquella que nos mueve desde dentro para realizar lo que queremos cumplir. Es importante no rendirse, sea cual sea nuestro objetivo, meta o edad: “nunca es demasiado tarde para empezar. Sal de tu zona de confort”.

Una de las técnicas que más utiliza es la lista de los veinticinco deseos. “Probad a escribir una lista de veinticinco sueños que cumplir e id eligiendo afrontar primero unos y luego otros. Ya sólo el mero hecho de escribirlo nos llena de refuerzos positivos, de motivación y de ganas de querer hacer nuestros deseos realidad”. ¡Gracias por la técnica, ahora mismo nos ponemos con ello!

El público estaba deseando aprender y nadie quería quedarse sin preguntar a Cristina. Preguntaban: “¿y los políticos? ¿Cómo sabemos si son realmente talentosos?”. Entre risas, nuestra invitada de lujo nos cuenta un truco para distinguir la autenticidad en el rostro de una persona: “el lado izquierdo de la cara es el que expresa las emociones, el lado inconsciente, en el cual nos tenemos que fijar. El lado derecho, sin embargo, es el que muestra cómo realmente te muestras al mundo, aunque no concuerde con lo que realmente sientas. Una persona auténtica es quien tiene ambas partes equilibradas”. ¡Gracias Cristina vamos a probarlo!

Ya casi terminando el encuentro y aprovechando una pregunta del público, Cristina explicó en qué se centraba para descubrir el talento de las personas: “dado que hay distintos tipos de inteligencia, les pregunto a los sujetos qué es lo que les motiva y les gusta, para así diferenciar su tipo de liderazgo. Son como piezas y yo intento encajarlas en un puzle para que puedan sacar el mayor rendimiento de sí mismos”.

Se nos agotó el tiempo demasiado rápido entre pregunta y pregunta, y entre aprendizaje y aprendizaje, y nos quedamos con un mensaje muy importante: “hay que ser valientes”. Muchísimas gracias a Cristina por tu gran aportación, y por enseñarnos y motivarnos tanto en tan poco tiempo. ¡Ha sido todo un lujo!

Nos vemos en el próximo encuentro en el que el Doctor Carlos San Martín viene a hablarnos sobre Mujeres Malqueridas por Machistas Anónimos, el 29 de noviembre, como siempre en el Espacio Fraile y Blanco cada último miércoles del mes.

¡Esperamos que nos acompañéis!

 

Pablo Bárcena y Alba Gutiérrez
Alumnos de Psicología en prácticas
de la Universidad Europea del Atlántico.
Departamento de Psicología Clínica de CIPSA

 

 

Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan. Estaba pendiente acabar el blog anterior sobre los abrazos, una de las muestras de afecto más comunes y utilizadas.  Abrazar es una extensión de la necesidad humana fundamental de tocar. Recordad que tiene beneficios físicos y psicológicos en la salud de quien lo da y de quien lo recibe. Tienen un efecto emocional inmediato.

La espalda es una de las partes más vulnerables del cuerpo y en un abrazo se deja expuesta al contacto. Esto es una señal de confianza que  ocurre en cada abrazo. Pero no todos son iguales. Dependiendo de cómo y a quién se los des, pueden decir muchas cosas sobre ti  o sobre lo que estás intentando expresar en ese momento.

  1. El que recorre la espalda. Abrazo frontal. Cada persona frota la espalda del otro.

Esto da sensación de tranquilidad, de consuelo y de estar preocupado por lo le ocurre al otro.  Es señal de empatía.

  1. Las palmaditas. Abrazo frontal. Cada persona da una o varias palmadas en la espalda a la otra como señal de comodidad. Es un abrazo típico entre hombres. Sobre todo si son amigos, pero no necesariamente. Este abrazo no tiene el concepto de intimidad o ser muy sentimental. Si eres una chica y un chico te abraza así con frecuencia es que la relación no está creciendo más allá de la amistad.
  2. El Baile Lento. De nuevo, abrazo frontal. Uno de los dos envuelve la cintura del otro mientras este hace lo mismo por encima de sus hombros como en un baile tierno y delicado. Este es el abrazo más romántico con diferencia. Si sigues abrazándote así con tu pareja después de muchos años, es una clara evidencia de que el romance sigue vivo.
  3. El Cepo. Este es otro abrazo frontal en el que ambas personas se entrelazan con tanta fuerza como les es posible, eliminando hasta la mínima gota de aire que les separa Refleja el compromiso profundo, apego y el no querer ser separados o separarse. Es como envolverse en un edredón en invierno.

Este abrazo suele darse cuando uno de los dos se tiene que ir pero  preferiría que no fuese así y os quedase ahí, juntos.

  1. El abrazo en el aire. Se da frontalmente. Uno de los dos está rodeado por las piernas del otro, ya sea mientras está sentado o en el aire. Está muy relacionado con la pasión y la lujuria Independientemente de si hay alguna conexión más fuerte a nivel sentimental, el abrazo en el aire o en suspensión  revela pasión y una conexión física y sexual muy alta.
  2. El abrazo de Playmobil o Puente de Londres. Es un abrazo de frente pero está vez se intenta mantener la mayor distancia posible entre las 2 personas. Se cruzan los brazos sobre la espalda pero no hay contacto pectoral ni de la zona de las caderas. Demuestra incomodidad y poca o nula relación con esa persona, aparte de no existir mucha simpatía entre ellos. Se deja claro que no se busca nada en esa persona, no necesitas tenerla cerca ni buscas su amistad.
  3. El del contacto visual. Mirarse a los ojos durante un abrazo lo convierte en algo muy especial. Expresa una conexión amorosa fuerte y de conocimiento de la otra persona
  4. El del muñeco de trapo. Una persona rodea a otra con sus brazos, pero la otra queda impasible sin hacer ningún ademán de corresponder. Hay un desequilibrio entre lo que sienten el uno por el otro. No hay reciprocidad emocional ni verdadera amistad.
  5. El roba bolsillos. Las dos personas introducen sus manos en los bolsillos traseros de su pareja. Refleja comodidad y facilidad a la hora de llevar esta relación.
  6. El abrazo Protector. Se da por detrás. La persona que abraza se coloca detrás con su pecho contra la espalda del que recibe el abrazo y lo envuelve con sus brazos a la altura de la cintura. Tiene que ver con la seguridad, la estabilidad y la confianza en una relación y lo importante que es el protegerse los unos a los otros. Al proteger la espalda, se está transmitiendo que busca cuidar y refugiar a la otra persona
  7. El que coge alrededor. Es un abrazo lateral. Se rodea con el brazo al otro, por encima del hombro. Es típico entre amistades auténticas. Demuestra complicidad, apoyo y ayuda. Te conecta con tu amigo tanto físicamente como emocionalmente

¡¡¡ Quién iba a imaginar tantos tipos y significados en un gesto tan sencillo!!!

Para que un abrazo  sea “perfecto” y obtener sus beneficios físicos, psicológicos y emocionales,  ha de ser recíproco, practicarlo con mucha frecuencia incluso a diario, que dure unos 20 segundos o más  y si es con una persona a la que apreciamos, aún será mejor.  Pero lo mejor de todo es que si das uno recibes uno. Ahora ya entenderéis mejor mi despedida.  Un abrazo de 20 segundos para cada lector/a. Sabed que siento los vuestros desde donde estéis.


Angela Carrera Camuesco
Psicóloga Especialista en Psicología Clínica
Directora del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA de Santander

 

 

Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan.

Hoy quiero explicaros, por qué me despido siempre con un abrazo de 20 segundos,…

Todos, en algún momento de nuestra vida, sentimos la necesidad de dar y recibir un abrazo. Hay razones científicas por las que afirmo que este contacto tan simple es  beneficioso para la salud física y emocional.

Un estudio hecho por científicos de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, llegó a la conclusión de que las personas necesitamos recibir abrazos y caricias desde que nacemos. En la investigación se analizó el efecto del contacto físico en bebés, y se encontró que la ausencia de este acto puede contribuir a la muerte de neuronas y a deficiencias en la producción de la hormona del crecimiento, por lo que es importante estimularlas desde que empezamos a vivir.

Pero no solamente es importante en esta época de la vida, sino a lo largo de todo nuestro trayecto vital, en  todas las edades.  

“Abrazarse es una forma de contacto, de expresión emocional y de comunicación que va más allá de la palabra y que va a repercutir a nivel físico, psicológico y social”.  

Es en el cóctel hormonal que se desencadena al abrazar, donde reside su potencial. Es una “Farmacia natural”, un remedio casero que es gratuito y accesible en todo momento. La ciencia ha comprobado sus beneficios, aunque para que estos se produzcan el abrazo a de ser frecuente (diario) y largo.

Las personas nos abrazamos con una duración media de 3 segundos. Pero cuando un abrazo se alarga hasta los 20 segundos o más, se produce un efecto terapéutico tanto para el cuerpo como para la mente.

Te hace sentir bien y alivia los temores y reduce el estrés y la ansiedad.

Cada vez que tenemos a una persona entre nuestros brazos, acunamos a un bebé o cuidamos a un perro o un gato, se libera la oxitocina (conocida también como la hormona del cariño) haciéndote sentir bien. La oxitocina es un neuropéptido, que básicamente promueve sentimientos de confianza y  unión y nos ayuda, entre otras cosas, a relajarnos, sentirnos seguros y calmar nuestros temores y ansiedad.

Además, los abrazos y el contacto físico en general, reducen  la producción de una hormona llamada cortisol, la cual favorece el estrés.  Además se aumenta  la cantidad de serotonina y dopamina, las cuales de inmediato le darán sensaciones de bienestar y tranquilidad. Desde luego todo esto además, hace mejorar el estado de ánimo.

Es bueno para la salud cardiovascular ya que regula los latidos cardíacos y reduce la presión arterial. Cuando alguien te toca,  la sensación en la piel activa los receptores de presión llamados corpúsculos de Pacini, que luego envían señales al nervio vago, que es responsable de la reducción de la presión arterial.

El abrazo, las caricias y el contacto mejoran  la salud en general, por ejemplo, tienen un efecto altamente positivo en la mejor y más rápida recuperación de los bebés prematuros, en el incremento de la analgesia en pacientes con dolor, en la mejora del sistema inmunológico.  Y por si fuera poco,  eleva la autoestima.

Cuando abrazamos nos sentimos amados, seguros, especiales e importantes para las personas a nuestro alrededor, gracias a esto nuestra autoestima se alimenta y el amor propio se mantiene.

Los beneficios de los abrazos son importantes para la salud, por lo que ya no tienes excusa para no hacerlo. ¡Muestra tu afecto!.

Aún he de contaros cómo es un abrazo “perfecto” y los tipos de abrazos que existen.

Y como siempre…. Un abrazo de 20 sg. Para cada lector

 

Angela Carrera Camuesco
Psicóloga Especialista en Psicología Clínica
Directora del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA de Santander

 

 

A veces, tendríamos que preguntarnos si estamos dispuestos a pagar el precio de empeorar lo que está por venir a causa de dejarlo pasar

Este año, en la asignatura Resolución de conflictos de mi cuarto año como estudiante de Psicología, empezamos con una cita a modo de reflexión:

El conflicto es un mal necesario que debemos abrazar como única alternativa para que las cosas mejoren”

En el ejercicio, esperaban que hiciéramos un texto explicando por qué pensábamos que esta frase era cierta o falsa, argumentándolo. Y más que pensar en si es bueno o malo, yo pensé en otra cosa.

Y es que, realmente, el “mal necesario” es no posponer un conflicto cual alarma a las seis de la mañana. De hecho, cuando creemos que es mejor dejarlo pasar o evitarlo es cuando se hace más grande. Podría hacer una metáfora con la clásica bola de nieve, pero de momento no.

En Psicología de los grupos se le denomina al conflicto más común “conflicto latente”. Está presente, se palpa en el ambiente. Las miradas matan, como diríamos. Y lo que es peor: no se habla de ello, al menos no quienes deberían.

Es de lógica que dejar pasar algo así es perjudicial tanto para el tiempo que perdemos sintiéndonos así de tensos como para las personas de alrededor que lo notan. La cuestión es… ¿cómo lo solucionamos?

Ya que cada conflicto tiene su fórmula, no hay una teoría única que resuma lo que debemos hacer en caso de estar pasando por uno. Sin embargo, podemos hacer un análisis con unas pocas herramientas: tú, tú mismo con respecto a los demás y los demás.

¿Qué necesitas para enfrentarlo? ¿Qué puedes decir para que lo solucionéis? ¿Qué ha ocurrido para estar así? Con unas pocas respuestas podemos conseguir que todo tome un poco de sentido.

El conflicto, a veces, genera incertidumbre, por ello posponerlo no es una opción. A veces la bola de nieve se mezcla con barro y mugre, eso es lo que no queremos. Se empieza a malinterpretar todo. Las personas que “le dan muchas vueltas a todo” terminan con una paranoia constante. Se meten personas que no tiene nada que ver.

Claro que hay personas que no crecen con lo necesario para enfrentar los conflictos. La valentía se aprende. Se aprende a decir que “no”. Se aprende a tener que poner límites a lo que uno está dispuesto a soportar. Todo esto no nos lo enseñan los libros, tampoco esta entrada de blog. Simplemente, un día nos despertamos capaces. Y lo solucionamos. Y ya está.

También pensé… que, si la existencia no es cómoda de por sí, sino que hay que hacerla cómoda a golpe de adaptarnos y seguir hacia delante, soy incapaz de imaginar años y años de quedarnos quietos ante un conflicto que nos toca de lleno y dejándolo pasar. No, se acabó.

Igual no es tanto buscar una solución haciendo cálculos sino zanjar el asunto y ya está. No todos tenemos la capacidad de ser resolutivos, tampoco de atrevernos a hacer lo que he mencionado en este blog. No soy un experto en conflictos, pero por mi experiencia personal en ambientes tóxicos sé que, si hubiera tenido el coraje de enfrentar la situación, no habría acabado todo tan fragmentado. Roto. Irreparable.

Y las relaciones cual muros, unos son más sólidos que otros. Somos nosotros quienes decidimos si la bola de nieve sólo choca con el muro y ya está, o si dejamos que se haga tan grande como para dejar grietas irreparables o, incluso, derribarlo.

Pablo Bárcena Fernández
Alumno en prácticas en CIPSA
Estudiante de cuarto año de Psicología 
Universidad Europea del Atlántico

 

Los bebés ya desde su nacimiento van haciéndose grandes expertos en la comunicación no verbal: lloran, sonríen, miran a los ojos, agitan brazos y piernas para comunicarse con los adultos. Ellos aprenden con rapidez que, a través de sus conductas comunicativas innatas, obtienen una respuesta satisfactoria a sus deseos, especialmente con su recurso más potente y eficaz: el llanto.

Poco a poco el bebé se va dando cuenta que tiene “súper poderes” cuando llora: con frecuencia sus cuidadores se dan prisa para sacarle de la cuna y cogerle en brazos, sobre todo aquellos que tienen menos experiencia en la crianza. Empieza a ser consciente que da igual lo que pida en cada uno de sus lloros, la reacción es inmediata y mágica: le sacan al mundo en vertical y eso... es fascinante para él por la multitud de estímulos de los que puede disfrutar, y ante todo porque consigue lo que más le gusta: sentir piel con piel el contacto con las personas más cercanas a las que reconoce pronto, primero por la voz y el olor y después por el rostro, particularmente a su mamá.

El problema empieza cuando el bebo va cumpliendo semanas, ya no duerme tantas horas y la vida en horizontal empieza a ser aburrida: mirar al techo y estar solo, hay que ponerse en su lugar, no da mucho de sí, es poco estimulante para un personita que desea explorar el mundo y estar con la familia que tanta seguridad psicológica le aporta.

Pero, claro, el nene no sabe que ya le van considerando un niño y que, además de criarle, sus seres queridos tienen muchas más tareas diarias que hacer, por lo que se vuelve más impaciente y exigente ya que no comprende por qué han cambiado las reglas del juego: “desde muy chiquitín, lloraba y me cogían en brazos, a todas horas, pidiera lo que pidiera, ahora ya no. Aquí hay algo que no va bien. ¿Entonces…qué hago…?”

Así que del llanto se pasa a la llorera y de ésta a la rabieta de sollozos, la cual no falla: el cerebro humano parece no estar hecho para aguantar escuchando, más allá de cinco minutos, el gimoteo desconsolado y a pleno pulmón de un bebé de pocos meses: el estrés se apodera de cualquiera.

Y sin querer, entramos en una espiral que parece no tener salida: el bebé tiene más recursos que los mayores, sabe que para que le cojan todo es cuestión de cuerdas vocales y de minutos llorando.

También existe otra variante que, a la larga, refuerza la pataleta para con sus padres: aquellos familiares, que estando de visita a cualquier hora, consideran que los bebés son de encefalograma plano, como si tuvieran en su regazo un juguete, no se les pasa por la cabeza pensar que los pequeñines nacen casi aprendidos por naturaleza y supervivencia humana. En muchos casos, se lo van pasando unos a otros, cada cual una gracieta, por supuesto el bebo encantado porque le han cogido en brazos, les responde con su segundo gran recurso poderoso: la sonrisa, una de las primeras manifestaciones de la inteligencia emocional. A veces, no les importa que sea su hora de dormir, de comer o de descansar (los peques también se cansan). De esta forma, y por unos minutos de visita, han conseguido desajustar el ritmo del horario del pequeño y han reforzado el condicionamiento de estar siempre en brazos que, sin duda, lo padecerán sus padres, de noche y de día, con el temido llanto por llamadas de atención.  

Educar a un bebé no debiera de resultar difícil, solo es cuestión de sentido común: si llora, normalmente es por hambre, cambio de pañal, fiebre o molestias físicas (estomacales, dentales, etc.). Descartando los factores de salud, no nos damos cuenta que al responder sin más a sus sollozos él aprenderá a manipular al adulto.

Si duerme, se le deja tranquilo en sus horas de sueño y no se le despierta ¿o es que a los adultos nos agrada que nos desvelen a media noche o a la hora de la siesta? Hay que evitar que se convierta en un niño con trastornos del sueño.

Si come, que sea en un ambiente agradable y sin prisas para prevenir, posteriormente, desórdenes alimenticios.

Y sobre todo y ante todo a un bebé hay que darle mucho cariño, tener paciencia y comprensión, al tiempo que potenciamos su autonomía personal para no caer en la dependencia emocional ya que puede ser el origen, años más tarde, de su baja autoestima y/o ansiedad ante la solución de los problemas cotidianos.

Cuenta con nosotros: en CIPSA asesoramos a la futura mamá y a su familia en la educación del bebé durante el embarazo y en la crianza.

 

Mª Jesús Franco Domínguez
Psicopedagoga y Logopeda (Nº col.: 39/0216)
CIPSA

 

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