Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan. De nuevo una alumna de prácticas de psicología ha propuesto un tema interesante. ¡Y es que no paran de proponer temas! Aquí os presento el que ha propuesto Lilian Díaz Valencia. Hoy hablaremos de este gran mito del amor romántico, cuando pensamos en nuestra pareja o ideal del amor como en nuestra media naranja. Me refiero a frases como “tu otra mitad”, “tu media naranja”, “la persona que llena tu vida”… Frases que nos llevan a pensar que nos falta algo o alguien, y necesitamos ser completados para poder ser felices. Con este tipo de enunciados, parece que la responsabilidad de tu vida no se encuentra en tus manos y que es necesario que encuentres a alguien que lo haga por ti. Es por eso que hoy quiero hablar de la dependencia emocional. De cómo reconocer estos patrones de conducta y desmitificar la idea de tener que completar la naranja, en lugar de ser una naranja completa que busca a otra naranja en su totalidad, y así poder exprimir juntos todo el jugo de la vida. La dependencia emocional se refiere a la forma de funcionamiento de una persona, basada en el miedo a no ser amado, al abandono o a la adicción a otra persona. Este estado psicológico se puede referir a cualquier relación personal, ya sea familiar, de amistad o amorosa. Esto se produce como resultado de la falta de confianza de la persona sobre sus propias capacidades, depositando en las manos de su pareja, la responsabilidad de sus acciones y su felicidad. ¿Cómo poder reconocer la dependencia emocional?
El perfil que suelen buscar en su pareja, es de alguien con un carácter dominante, autoritario y posesivo, mientras que la persona dependiente adopta el rol de sumisa, indefensa y complaciente, haciendo todo lo posible para mantener a su lado a la persona que les da esa seguridad que tanto necesitan. La base que alimenta esta forma de relacionarse, parece estar en el concepto que tenemos de nosotros mismos y de nuestra autoestima, la cual se empieza a construir desde la infancia y a lo largo de la adolescencia, junto con nuestro desarrollo emocional y personalidad. Por ello, es importante como se construyen y mantienen aquí nuestras primeras relaciones, que en este caso son con nuestros padres, los encargados de reforzar aquellas cosas que se nos dan bien, en brindarnos seguridad, confianza y autonomía, tejiendo así una base fuerte y equilibrada, con la cual poder construir relaciones sanas con nosotros mismos y con los demás en el futuro. Una vez identificados estos patrones tan disfuncionales de comportamiento, podemos trabajar en construir o reforzar nuestra autoestima, elaborando una lista que nos describa que incluya nuestras debilidades y fortalezas. Ambas nos constituyen como personas únicas y por ende con un valor incalculable; aceptarnos tal y como somos, mejorando en aquellos aspectos que queramos hacerlo, así como enorgulleciéndonos y reforzando el resto de cualidades que forman nuestro ser. Cuando conseguimos potenciar nuestra autoestima, somos capaces de identificar los problemas que puedan surgir en nuestras relaciones, buscar soluciones óptimas, y en caso de encontrarnos ante una relación tóxica, poder abandonarla sin temores, dejando así de repetir viejos patrones que nos llevan al desequilibrio emocional y personal. Siendo naranjas completas podremos elegir a otras naranja… o no, en función de cómo queramos vivir nuestra vida y no de cómo NECESITEMOS hacerlo. Un abrazo de 20sg para cada lector/a
Ángela Carrera Camuesco Lilian Díaz Valencia Imágenes: Created by Freepik ~ Freepik |