El 13 de enero es el ‘‘Día Mundial de la lucha contra la depresión’’, un trastorno mental que, hoy en día, afecta a más de 300 millones de personas. El trastorno depresivo se caracteriza por una tristeza persistente, duradera y consciente que se manifiesta junto a la pérdida de interés en actividades que, normalmente, se disfrutaban e incapacidad de llevar a cabo actividades cotidianas. Esto tiene que ocurrir durante al menos 2 semanas. Además de esto, pueden aparecer otros síntomas como fatiga, cambios en el apetito y en el sueño (dormir más o menos de lo normal), ansiedad, indecisión, disminución de la concentración, inquietud, culpabilidad, desesperanza, inutilidad… y en el peor de los casos, autolesión o suicidio. La depresión no es un signo de debilidad y nadie está exento de padecerla, por lo que es importante no culpabilizarse por ello. El trastorno depresivo se puede tratar y es importante pedir ayuda cuanto antes para evitar la agravación de la sintomatología y el desencadenamiento de otros problemas. Un buen punto de partida sería solicitar ayuda profesional para tomar conciencia de la realidad y eliminar creencias y percepciones irracionales de la realidad y de uno mismo. El tratamiento puede basarse en psicoterapia y/o medicación, en función de la intensidad y gravedad de la sintomatología. Además, mantener el contacto con tu círculo más cercano y percibir apoyo es fundamental, pues hablar de cómo te sientes con alguien de confianza puede hacer que te sientas mejor. Igualmente, es importante mantener una rutina con buenos hábitos (alimentación, sueño y ejercicio regular) y evitar el consumo de alcohol y otras drogas que pueden empeorar la situación.
Carolina Lombó Fragueiro y Priscila Borrello Alumnas de Psicología en prácticas de la
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