Featured

 

Muchas veces he deseado ser feliz; quizás tenemos esto en común. Pensé que era un deseo pequeño, nada material, y que sería fácil de conceder. Pero a medida que he ido pidiendo deseos, sin lugar a duda, ha sido el que más incertidumbre y confusión me ha generado. Sobre todo al plantearme la gran pregunta: ¿Qué es la felicidad?

Es un estado de satisfacción, dónde nos sentimos bien con nosotros mismos y con aquello que nos rodea. No todas las personas la experimentamos de la misma manera, ni le conferimos el mismo significado. Una de las claves de la  felicidad es disfrutar de lo que tenemos y no estar esperando a que suceda algo extraordinario. Es fácil confundirla con la alegría. La alegría es una emoción básica en todos los seres humanos. Es espontánea, viene y se va, y ocurre en momentos concretos, siendo desencadenada por una buena noticia, una llamada, una sorpresa, etc.

Podemos pensar que nunca podremos llegar a ser felices, puesto que nos invaden las dudas, los miedos, el dolor… pero, parte de la felicidad es comprender que no podemos estar al 100% siempre, sino que habrá momentos donde tengamos que pararnos a pensar, dejar de preocuparnos y seguir adelante resolviendo o aceptando. Nuestra mente tiene la increíble capacidad de estar creando historias todo el tiempo, e incluso muchas de ellas, ni siquiera llegan a convertirse en realidad. Gastamos mucho tiempo y esfuerzo en preocuparnos por todo. Lo que en muchas ocasiones nos lleva a tener estrés, tristeza, cansancio, bloqueo mental, actitud negativa... Pero, ¿qué pasaría si en lugar de preocuparnos nos ocupásemos en algo? Cuando nos ocupamos, afrontamos los problemas y nos encaminamos hacia nuestras metas y objetivos, con valentía, de manera más enérgica y con mayor seguridad en nosotros mismos. No nos olvidemos de que la felicidad es un sentimiento activado por el sistema límbico, ubicado en la zona media de nuestro cerebro. En concreto, el Locus de control. En el Locus de control interno, la persona considera que lo que pasa en su vida se debe a sus propias decisiones, y en el Locus de control externo, la persona atribuye esas consecuencias a elementos externos (como terceras personas, la suerte o causas ajenas a uno mismo).

Normalmente, culpamos y responsabilizamos a los demás de nuestras desgracias o mala suerte, cuando en realidad, lo que estamos viviendo son las consecuencias de nuestras propias acciones. Toda conducta tiene repercusiones, por lo que ser felices, también incluye ser responsables y conscientes de las decisiones que tomamos. Sin embargo, en caso de no conseguir ser felices, tendremos que cambiar aquello que no nos convence, teniendo una actitud proactiva hacia la vida, valorando lo que tenemos y sacándole el mayor provecho.

¿Te ha pasado alguna vez que estabas buscando algo y no lo encontrabas porque lo tenías en las manos o que llevabas las gafas puestas mientras intentabas encontrarlas por la casa? Pues algo similar ocurre con la felicidad. Que está en nosotros y  depende de uno mismo. La felicidad no es una meta sino un camino a recorrer. Si algo no te gusta cámbialo si puedes o acéptalo si no lo puedes cambiar. Si crees que serías más feliz haciendo algo distinto ¡inténtalo! Te animo a establecer tus propias prioridades: ¿Qué es lo más importante para ti? Lucha por tus sueños. Pero no sólo soñando despierto, sino actuando, sacándolos de la cabeza para hacerlos realidad.


Sandra Sarabia Barrio
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Imágenes: Created by drobotdean ~  Freepik