¿Qué entedemos por Trauma?

Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan. El post está a cargo de Laura Mansell Rodríguez, psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica de CIPSA. El trauma es una herida emocional que se origina por haber sido víctima (o haber sido testigo) de  un evento muy estresante, como percibir graves amenazas a la vida o recibir daños; presenciar la muerte o heridas graves de otra persona como resultado de un accidente, o de un acto de violencia física.

Cuando nuestra mente no es capaz de gestionar esta situación tan traumática, se puede llegar a desarrollar lo que conocemos como Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Este trastorno comenzó a estudiarse por la sintomatología que presentaban los soldados que volvían de la II Guerra Mundial, que habían sido testigos o víctimas de terribles atrocidades.

Es común que las personas que sufren TEPT muestren los siguientes síntomas:

  1. Revivir el suceso traumático: Las personas con TEPT, suelen revivir de forma frecuente y agresiva el suceso traumático, ya sea en forma de pesadillas, flashbacks…
  2. Evitación: Las personas con TEPT, tienden a evitar características relacionadas con el suceso traumático, como: el lugar en que ocurrió, personas con mismos rasgos que su abusador (por ejemplo, hombres con bigote) ...
  3. Estado de gran alerta: Después de un suceso traumático, nos mostramos más vigilantes y reactivos o defensivos ante cualquier situación. Estos comportamientos pueden derivar en dificultades de concentración, irritabilidad o insomnio.
  4. Disociaciones: Una disociación es una desconexión de la realidad; surge como un mecanismo de defensa del cerebro frente a la ocurrencia de un trauma, haciendo que la persona se evada de donde está. Las disociaciones pueden llegar a afectar gravemente a la memoria, haciendo que la víctima no sea capaz de recordar nada del suceso traumático, o que una persona no sea capaz de identificar un trauma pasado.

¿Qué significa que la disociación, es un mecanismo de defensa del cerebro? Cuando una situación que puede acarrear muchísimo sufrimiento, sobrepasa los recursos necesarios de la persona para gestionarla, surge la disociación para protegernos de este daño (ya sea físico o emocional),  alejándonos mentalmente del evento traumático. Veamos algunos ejemplos:

  • La víctima de un atentado en un tren, es capaz de escapar del mismo incluso con una pierna rota y otras heridas graves, ¿cómo es esto posible?
  • A parte de la función de determinadas hormonas (como la adrenalina, que tiene un efecto analgésico, o el cortisol, que en situaciones estresantes, nos preparan para la huída o la lucha); la disociación también puede cumplir un papel importante. En este ejemplo, la mente se desconecta del dolor físico y emocional, y de las sensaciones del cuerpo, lo que hace posible que el hombre escape y ponga su vida a salvo.
  • Una mujer es víctima de una violación y, tras el suceso, es incapaz de recordar nada. Su mente ha escapado de la situación traumática, apartándola de sus emociones y del dolor físico para protegerla de una situación que no podía procesar.
  • Un niño criado en un ambiente agresivo, que es testigo de las fuertes discusiones y situaciones violentas entre sus padres, podría llegar a disociar para alejarse del dolor emocional que ello le supone.

¿Cuándo ocurren las disociaciones? No todas las personas que desarrollan TEPT, sufren disociaciones. Pero, en las personas que sí las viven, pueden darse en cualquier momento:

  • Durante el evento traumático: Como explicamos antes, como mecanismo para evadir la mente de lo que está ocurriendo.
  • Después del evento traumático: Pueden aparecer en cualquier momento, incluso años más tarde. Suelen aparecer, cuando la persona que ha sufrido el trauma se reencuentra con algún estímulo (alguna situación específica) que le recuerda el evento traumático (como un olor en específico, una canción; un lugar…)

¿Cómo saber si estoy sufriendo una disociación? Hay dos tipos de disociaciones muy comunes:

  • Despersonalización: Las personas describen esta situación, como si fuese una desconexión de uno mismo: “Lo viví como si le estuviese ocurriendo a otra persona”.
  • Desrealización: Es una desconexión de la realidad que se está viviendo como si estuvieras en un sueño, o como si estuvieses dentro de una película…tienes la sensación de que nada es real: “Yo estaba ahí, pero me sentía como si de una pesadilla se tratase”.

¿Se puede superar un trauma? Sí. La psicología cognitivo-conductual cuenta con abordajes terapéuticos con gran evidencia científica desde las que podemos trabajarlo. Pero, el primer paso, es ponernos en manos de profesionales de la psicología colegiados que puedan acompañarnos y guiarnos durante el proceso.

Como siempre, un abrazo de 20 segundos para cada lector/a.


Laura Mansell Rodríguez
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Clínica y directora de CIPSA 

Imágenes: Created by Maria Eduarda Loura Magalhães ~  Pexels

 

Así fue el Reencuentro con la Dra. Anjana López | El sueño: una necesidad Vital

 

El Sueño: una necesidad vital

El pasado miércoles 26 de abril, tuvimos el placer de escuchar a Anjana López Delgado, la doctora es Licenciada en Medicina y Cirugía, especialista en Neurofisiología Clínica, Máster en Sueño, miembro del Grupo Nacional de trabajo de Insomnio de la Sociedad Española de Sueño y es médica adjunta de Neurofisiología Clínica en el Centro de Consultas Médicas (CCM) de Mompía y en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla. En su charla nos explicó qué es el sueño y qué variables influyen en él.

La Doctora comenzó explicándonos que el sueño es un fenómeno fisiológico y conductual (porque, a dormir, se aprende), consistente en una pérdida de conciencia transitoria, periódica y reversible. El sueño ocupa una tercera parte de nuestra vida (es decir, una persona de 60 años, habrá dormido 20), ya que pasamos en torno a 8 horas de cada día durmiendo. Y ¿qué es el sueño ideal? La doctora López Delgado, lo define como aquel que nos da la sensación (subjetiva) de haber sido reparador, y que nos permite sentirnos bien para realizar las actividades de la vida diaria, independientemente de las horas dormidas. La cantidad de horas ideales que se deben dormir dependerá de la persona y del momento del ciclo vital en que se encuentre. Por ejemplo, los bebés duermen unas 20h al nacer. Cuando nos hacemos mayores, nos diferenciamos en dos tipos de personas: dormidores cortos (que funcionan bien con 6-7 horas de sueño al día) y dormidores largos (necesitando 9-10). La adolescencia es un periodo en el que, por norma general, las horas necesarias para el descanso aumentan. Sin embargo, debido al hábito que han desarrollado de irse a dormir a altas horas de la madrugada, y al hecho de que tienen que madrugar para ir a clase, se produce lo que se conoce como el síndrome del retraso de fase. Este síndrome está caracterizado por  una alteración del ritmo del sueño, donde el ciclo sueño/vigilia se retrasa con respecto al ciclo de día/noche externo, manifestando insomnio a la hora de acostarse, y por la dificultad para despertarse por la mañana en el momento deseado. De hecho, se estima que el 23’8% de los adolescentes en España sufren de insomnio.

La Doctora López Delgado también nos explicó las diferentes fases por las que pasamos durante el sueño: la fase NO REM y la fase REM. La primera se divide en tres subfases (N1, N2 y N3; siendo la primera la fase más superficial, en la que empezamos quedándonos dormidos, y la última el sueño profundo, durante el cual se producen efectos tan importantes como la regeneración de tejidos y la recarga de energía). La fase REM (Rapid Eye Movement) facilita la regeneración cerebral. A lo largo de una noche, pasamos de media entre 3 y 5 ciclos de sueño en los que se combinan fases de sueño REM con fases de sueño no REM. Hay factores, como la luz, el ruido y la temperatura que podemos controlar para así lograr una mayor calidad de sueño. La luz azul de los dispositivos electrónicos inhibe la producción de melatonina (hormona del sueño), de manera que el cerebro interpreta que es de día, al recibir el mismo tipo de luz que recibe durante el día. Por ello, se recomienda no utilizar este tipo de dispositivos a partir de las 8-9 de la noche. En cuanto al ruido, hay personas que duermen con determinados sonidos (como el de la radio), porque lo han asociado al momento de irse a la cama (y dormir, no deja de ser una rutina); sin embargo, los sonidos extraños estimulan y dificultan el sueño, por lo que se debe intentar que la zona de descanso sea silenciosa. Por último, la temperatura ideal se encuentra en el rango entre los 19 y 20ºC, temperaturas más altas o bajas, dificultan que el cuerpo regule su temperatura, dificultando, por tanto, el sueño.

Sueño y Salud

Existe una relación muy importante entre el sueño y la salud. En la infancia, la hormona del crecimiento alcanza su pico máximo durante las noches. Además, el sueño ayuda a consolidar procesos de aprendizaje y memoria (especialmente durante la fase REM). Se ha encontrado que no poder dormir bien está asociado con mayores tasas de obesidad, diabetes y problemas mentales. Entre los problemas más frecuentes relacionados con el sueño, se encuentra el insomnio. Entre el 39% y el 40% de la población presenta problemas de insomnio, especialmente desde el confinamiento por COVID-19. Esto se debe a la pérdida de rutina y a una mayor exposición a dispositivos electrónicos durante el mismo. Hay diferentes tipos de insomnio: insomnio de inicio (dificultades para conciliar el sueño), de mantenimiento (caracterizado por un número elevado de despertares) y despertar precoz (nos levantamos de madrugada sin poder volver a conciliar el sueño). Ante estas situaciones podemos buscar un tratamiento. Entre las diferentes opciones, la terapia cognitivo conductual se considera la primera opción de tratamiento. Otras opciones que están dando resultados prometedores son las terapias de tercera generación, como el Mindfulness. Por último, el uso prescrito de melatonina por un doctor ha resultado útil en estos casos, ya que solamente la de las farmacias es la que ha demostrado evidencia científico en sus resultados, siempre acompañada de un correcto uso de pautas de higiene del sueño.

Agradecemos a Anjana y a los asistentes que nos acompañaron en la velada lo aprendido y disfrutado en esta ocasión. Invitamos al público al próximo reencuentro, “El amor no es un cuento de hadas”, en el que la directora de CIPSA, Ángela Carrera Camuesco, entrevistará a Marta Arasanz Roche. Este reencuentro tendrá lugar el miércoles 31 de mayo, a las 20:30 horas, en el Salón Laredo del Hotel Bahía.


Jaime Hazas, Laura Mansell y Ainhoa Santesteban
Psicólogas en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

 

 

Intentar ser felices nos hace infelices

Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan. El post está a cargo de Mª Andreina Enríquez, psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica de CIPSA. El enfoque es desde la cultura de "imposición" de la felicidad que nos lleva a querer perseguirla en forma de momentos de euforia que nos reportan placer y satisfacción, y que a su vez coincide con una patologización del malestar emocional.

¿Qué es la felicidad? Definirlo es una tarea ardua sin duda. Aunque de alguna manera todos sabríamos entender a qué nos referimos con felicidad, ponerle palabras para describirla es muy difícil. La felicidad se nutre de numerosos y profundos significados, pero en definitiva, se trata de un estado de ánimo caracterizado por dotar a la persona con un enfoque positivo de la realidad que percibe.

Cuando se habla de felicidad, es interesante poner sobre la mesa dos conceptos para comprender a qué nos estamos refiriendo. Por una parte, podríamos estar hablando de “eudaimonía”, un término griego que alude a un estado de satisfacción o bienestar por la situación de la vida de uno. Esta palabra se traduce también como “estar bien” o “vida buena”, y en general es un concepto que se relaciona con el desarrollo personal y la sensación de auto eficacia. Por otro lado, podríamos contemplar la felicidad desde el hedonismo; es decir, como la experiencia de placer que se deriva de la realización de actividades gratificantes.

Lo que podemos observar en la actualidad es que ha tenido lugar un cambio en la noción de felicidad. Mientras que antes las personas tendían a perseguir la felicidad como una meta a través de la autorrealización personal, ahora la felicidad se obtiene a través de momentos puntuales de placer del día a día, lo que la convierte en una experiencia volátil. Si bien es cierto que uno puede ser feliz tratando de buscar estas experiencias, se corre el riesgo de valorar su ausencia como “síntoma” de infelicidad. Esto a su vez acaba derivando en el “miedo a la felicidad”. Contextualizando las palabras de Paulo Coelho, “es mejor no probar del cáliz de la felicidad porque cuando nos falte, sufriremos mucho”.

En la sociedad del siglo XIX, la felicidad se impone culturalmente como una obligación, de tal forma que se nos exige ser felices constantemente, y además desde una idea de felicidad que procede del individualismo y el consumismo, como si fuera un producto que hubiera que poseer. Las redes sociales han contribuido mucho a esto, suponiendo el principal medio de comparación con el otro. Se comparte continuamente contenido con el que vemos a los demás disfrutar y siempre contentos, lo que nos lleva a plantearnos si nosotros no somos tan felices como podríamos serlo. Así, convertimos la posibilidad en deseo. Desde esta perspectiva en la que el hedonismo ha derrocado a la eudaimonía, encontrar el placer será cada vez más difícil cuanto más elevados sean los objetivos y los deseos.

Esta cultura de persecución de la perpetua felicidad es la que ha provocado que experimentar malestar se convierta en algo patológico. Si nos encontramos mal o nos sentimos tristes, es que algo malo nos pasa y que existe algún problema al que hay que ponerle solución. Sin embargo, cuando hablamos de emociones y sentimientos, entendemos que todas las reacciones emocionales son válidas, y no tienen por qué definirse como “buenas” o “malas”, independientemente del agrado o desagrado que nos provoquen. Experimentar emociones es inevitable, necesario, adecuado y adaptativo para nosotros como seres humanos si se dan en la intensidad, frecuencia y duración adecuadas a cada situación. Por lo tanto, sentir tristeza, frustración o enfado es completamente natural.

Irónicamente, este rechazo a sentir emociones desagradables, junto con la “necesidad” por experimentar continuamente la felicidad, es precisamente fuente de ansiedades, preocupaciones y sentimientos depresivos. Nos sentimos mal por no estar bien, y este bucle se convierte en un círculo vicioso. Deseamos experiencias idílicas y unos objetivos inalcanzables cuya frustración nos hace sentir infelices, y querer de nuevo buscar aquello que nos impida ser infelices.

Cada uno tiene su método para encontrar la felicidad, pero lo importante es aprender a ser feliz, porque sí, con el enfoque adecuado, el estado de felicidad puede adquirirse. ¿Cómo? Aprendiendo que la felicidad se consigue adoptando una actitud de aceptación ante la vida que tenemos, tanto con sus experiencias agradables y desagradables. Esto no significa resignación ante una vida con potenciales mejoras; la posibilidad al cambio también existe y es precisamente por esto que es fundamental configurarnos unos objetivos vitales, pero siendo capaces de tolerar la frustración si esta alguna vez llega. Las dificultades son desafíos a los que nos podemos enfrentar, que se pueden superar y de los que se puede aprender. Y este proceso de superación en sí mismo puede hacernos sentir felices.

Es cierto que no todo se reduce sencillamente a decidir ser feliz y ya. Pero un primer paso es la aceptación de nuestra vida, con sus condiciones y circunstancias (hacer lo que podemos con lo que tenemos); aceptarnos a nosotros mismos como seres únicos en la Historia y en el Mundo; entender qué es aquello que podemos cambiar y aquello que se escapa a nuestro control; Esto implica aceptar los momentos de malestar y la expresión de nuestras emociones con toda la gama que de ella puede desplegarse, ya que para poder gestionarlas, primero hay que saber reconocer cuándo estamos mal. Con esta filosofía, si que se puede ser feliz.

Como siempre, un abrazo de 20 segundos para cada lector/a. Que los abrazos también ayudan a aumentar el grado de felicidad.


Mª Andreina Enríquez
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Clínica y directora de CIPSA 

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