Las cinco etapas del duelo de Elisabeth Kübler-Ross, originalmente descritas para el duelo asociado con la muerte y la pérdida, podemos adaptarlas para comprender el proceso emocional en el contexto de una pareja enfrentando una ruptura o separación. Esta es una adaptación de estas etapas en ese contexto:
Primera etapa. Negación:
En la pareja: Uno o ambos miembros pueden tener dificultades para aceptar que la relación ha llegado a su fin. Pueden creer que la situación es temporal o que las cosas mejorarán por sí solas. Hay una resistencia a aceptar la realidad de la ruptura y a enfrentarse a los sentimientos de pérdida. El cambio personal es importante a todos los niveles y, en ocasiones, puede ser traumático. Por ello esta fase protege a los miembros de la pareja para que se puedan adaptar a la nueva realidad.
Pensamientos característicos: “Esto no puede estar pasando.” “Seguro que se va a dar cuenta y volverá.” “Solo necesita un poco de espacio.”
Quien rompe la relación. La fase de negación para la persona que rompe la relación puede ser difícil. Aunque esta persona ha tomado la decisión de poner fin a la relación, la negación puede aparecer antes, durante y después de la ruptura.
Quien es dejado. La persona puede tener dificultades para aceptar la realidad de la ruptura.
Pensamientos característicos: "Esto no puede estar pasando”, "Seguramente se trata de un malentendido”, "Nosotros siempre volvemos a estar juntos".
Antes, la persona puede pasar un tiempo negando los problemas evidentes en la relación, minimizando conflictos o convenciéndose de que las cosas mejorarán por sí solas.
Después, puede dudar y cuestionar si realmente es necesario, minimizando el impacto de los problemas que llevaron a esa decisión. La persona puede subestimar el dolor emocional que causará la ruptura, tanto para sí misma como para la pareja. Puede creer que la separación será más fácil de lo que realmente es, negando su necesidad de tiempo y espacio para procesar la separación y sanar emocionalmente. Puede negar los sentimientos de tristeza, culpa o arrepentimiento tras la ruptura, tratando de suprimir estas emociones en lugar de enfrentarlas.
Segunda etapa. Ira:
En la pareja: Se puede experimentar enojo y resentimiento hacia la pareja, hacia uno mismo, o hacia la situación en general. Esta ira puede manifestarse en discusiones acaloradas, recriminaciones o sentimientos de injusticia. Se busca un culpable para el dolor que se está sintiendo.
Pensamientos característicos: “¿Cómo pudo hacerme esto?” “Después de todo lo que hice por él/ella.” “Es injusto que me deje así.”
Quien rompe la relación. Podemos pensar que la persona que rompe la relación no pasa por esta fase, y estaríamos en un error. Aunque la decisión de terminar la relación puede haber sido considerada y sopesada durante un tiempo, se puede tener resentimiento acumulado hacia la pareja por las razones que llevaron a tomar esa decisión. Esto puede incluir comportamientos como falta de apoyo, infidelidades, o conflictos irreconciliables.
Quien toma la decisión de romper, puede sentir enojo consigo misma por haber permanecido en la relación tanto tiempo, por haber permitido que ciertas cosas ocurrieran, o por sentirse incapaz de solucionar los problemas de la relación.
La ira puede dirigirse hacia factores externos que contribuyeron al fin de la relación, como problemas financieros, familiares, laborales o de salud.
El proceso de romper una relación puede ser estresante y doloroso, incluso para quien toma la decisión. La persona puede sentir frustración por tener que pasar por conversaciones difíciles, lidiar con las reacciones de la pareja y gestionar los cambios que siguen a la ruptura.
A veces, hay enojo por la pérdida de los sueños y planes que se tenían juntos. Esta fase puede incluir la frustración de ver cómo los proyectos y expectativas compartidas se desmoronan.
Quien es dejado. Cuando la realidad de la ruptura comienza a asentarse, la persona puede experimentar una intensa sensación de ira.
Pensamientos característicos: "¿Cómo pudo hacerme esto?", "Me ha hecho perder mi tiempo”, "No se merece mi amor."
En resumen, la ira en el contexto de quien rompe la relación, o de quien “es dejado” puede ser compleja y multifacética. Es importante reconocer y procesar estos sentimientos para poder avanzar hacia la aceptación y la paz personal. A partir de estas fases, las tres restantes comparten ideas y objetivos comunes como se ve a continuación.
Etapa tercera. Negociación:
En la pareja: Los miembros de la pareja pueden intentar hacer concesiones para salvar la relación. Pueden intentar proponer soluciones, acuerdos o cambios con la esperanza de revertir la ruptura. También puede haber un intento de cambiar el comportamiento para evitar la separación.
Pensamientos característicos: “Si cambias, yo también cambiaré.” “Haré cualquier cosa para que volvamos a estar juntos.” “¿Qué puedo hacer para arreglarlo?”
Etapa cuarta. Depresión:
En la pareja: La tristeza profunda y el sentimiento de pérdida son predominantes. Puede haber una sensación de vacío, desesperanza y tristeza por la relación que se está terminando. La relación puede haber sido una parte significativa de la identidad de la persona, y la ruptura puede llevar a una crisis de identidad y una sensación de pérdida de propósito. Este estado puede llevar a una reflexión profunda sobre la propia identidad y el futuro sin la pareja.
Pensamientos característicos: “Nunca volveré a ser feliz.” “Todo lo que planeamos juntos ya no tiene sentido.” “Me siento tan solo/a.” “No volveré a encontrar a nadie como él/ella.”
Etapa quinta. Aceptación:
En la pareja: Finalmente, ambos miembros de la pareja comienzan a aceptar la realidad de la ruptura y a adaptarse a su nueva vida. La aceptación implica encontrar una forma de seguir adelante, aprender de la experiencia y empezar a construir un nuevo camino sin la relación. Aquí es donde se empieza a encontrar paz y se comienza a pensar en el futuro con una perspectiva más equilibrada.
Los miembros de la pareja llegan a un estado de paz con el pasado y dejan de obsesionarse con lo que podría haber sido diferente. Aprenden a apreciar los momentos buenos y a dejar ir el arrepentimiento.
Comienzan a enfocarse en el futuro y en cómo reconstruir su vida, estableciendo nuevas metas y explorando nuevas oportunidades. Se adaptan a la nueva situación, ajustando su rutina, sus relaciones sociales y su estilo de vida para acomodar el cambio que ha ocurrido.
Pensamientos característicos: “Ha terminado y está bien.” “Puedo seguir adelante.” “Es hora de empezar de nuevo y encontrar la felicidad por mi cuenta.”
Es importante recordar que estas etapas no siempre se experimentan de forma lineal ni todos pasan por ellas en el mismo orden o intensidad. El proceso de duelo por una ruptura puede variar significativamente de una persona a otra.
Como siempre, un abrazo de 20 segundos para cada lector/a.
Mercedes Burgoa Somoza Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA
Ángela Carrera Camuesco Psicóloga Clínica y directora de CIPSA
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