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¿Ataque de pánico o crisis de ansiedad?

 

Hoy vamos a hablar de la diferencia entre ataque de pánico y crisis de ansiedad. En ocasiones se pueden confundir y tomarse como sinónimos. Y además suelen usarse de forma ambigua.

A pesar de encontrarse ambas definiciones dentro de los trastornos de ansiedad, el término de “crisis de ansiedad”, incluso “ataque de ansiedad”, no queda recogido en ninguno de los manuales de psicología. Se trata más de una expresión coloquial para describir un aumento rápido, aunque gradualmente, de la ansiedad, llegando a una intensidad alta. Suele ser causada por un motivo concreto, pudiendo mantenerse durante un periodo largo de tiempo mientras dure el estímulo. También puede producirse debido a la ansiedad anticipatoria previa a enfrentarnos a la situación que nos angustia. Por ejemplo, cuando estamos muy nerviosos las horas previas a un examen que no hemos estudiado suficiente.

Por otro lado, sí podemos encontrar el término “ataque de pánico” en los manuales de Psicología. Se describe como una aparición repentina de miedo intenso, que no siempre tiene una causa concreta y que alcanza su punto máximo en minutos. Resulta una experiencia breve, pero muy desagradable, donde podemos llegar a sentir una lista de hasta trece síntomas, siendo los más comunes: palpitaciones, sudor frío, temblores, hormigueos, dificultad para respirar, náuseas, desrealización o miedo a morir. Como consecuencia de esta experiencia, se puede desarrollar “miedo al miedo”, es decir miedo a tener otra crisis, y en consecuencia tener una sobre atención continua sobre el cuerpo.

Como vemos, ambos eventos guardan muchas similitudes. Comparten su origen en la ansiedad, pero podemos diferenciarlos en su duración e intensidad. La crisis de ansiedad tiene una duración de hasta 1h de ansiedad sostenida, mientras que el ataque de pánico puede durar entre 5 y 20 minutos, llegando a su pico más alto en los primeros 10 minutos, disminuyendo luego gradualmente.

Es importante recordar, que a pesar de que ambas experiencias son muy incómodas, no son peligrosas, aunque pueden ser difíciles de manejar solos. Por eso es recomendable, que si te sientes identificado con alguna de estas descripciones, busques ayuda lo antes posible para evitar su empeoramiento y disminuir su frecuencia. Esto se hace a través de Terapia cognitivo-conductual con técnicas de educación sobre la ansiedad. De esta forma, podremos entender qué nos está pasando y manejarlo poco a poco mediante la exposición gradual en vivo. Así, hacemos justo lo contrario de lo que solemos hacer, qué es evitar las situaciones que nos producen ansiedad, añadiendo cada vez más lugares y situaciones a esa lista.

Esperamos que hayas encontrado útiles estas palabras, y que puedan ser beneficiosas para ti o para alguien cercano. La única forma de afrontar el miedo es atravesándolo. Ya sabes dónde estamos si nos necesitas. Un abrazo de 20 segundos.


Marina Ramos Nogueira
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Imágenes: Created by wayhomestudio, katemangostar and starline ~  Freepik

 

 

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¿Qué es la felicidad?

 

Muchas veces he deseado ser feliz; quizás tenemos esto en común. Pensé que era un deseo pequeño, nada material, y que sería fácil de conceder. Pero a medida que he ido pidiendo deseos, sin lugar a duda, ha sido el que más incertidumbre y confusión me ha generado. Sobre todo al plantearme la gran pregunta: ¿Qué es la felicidad?

Es un estado de satisfacción, dónde nos sentimos bien con nosotros mismos y con aquello que nos rodea. No todas las personas la experimentamos de la misma manera, ni le conferimos el mismo significado. Una de las claves de la  felicidad es disfrutar de lo que tenemos y no estar esperando a que suceda algo extraordinario. Es fácil confundirla con la alegría. La alegría es una emoción básica en todos los seres humanos. Es espontánea, viene y se va, y ocurre en momentos concretos, siendo desencadenada por una buena noticia, una llamada, una sorpresa, etc.

Podemos pensar que nunca podremos llegar a ser felices, puesto que nos invaden las dudas, los miedos, el dolor… pero, parte de la felicidad es comprender que no podemos estar al 100% siempre, sino que habrá momentos donde tengamos que pararnos a pensar, dejar de preocuparnos y seguir adelante resolviendo o aceptando. Nuestra mente tiene la increíble capacidad de estar creando historias todo el tiempo, e incluso muchas de ellas, ni siquiera llegan a convertirse en realidad. Gastamos mucho tiempo y esfuerzo en preocuparnos por todo. Lo que en muchas ocasiones nos lleva a tener estrés, tristeza, cansancio, bloqueo mental, actitud negativa... Pero, ¿qué pasaría si en lugar de preocuparnos nos ocupásemos en algo? Cuando nos ocupamos, afrontamos los problemas y nos encaminamos hacia nuestras metas y objetivos, con valentía, de manera más enérgica y con mayor seguridad en nosotros mismos. No nos olvidemos de que la felicidad es un sentimiento activado por el sistema límbico, ubicado en la zona media de nuestro cerebro. En concreto, el Locus de control. En el Locus de control interno, la persona considera que lo que pasa en su vida se debe a sus propias decisiones, y en el Locus de control externo, la persona atribuye esas consecuencias a elementos externos (como terceras personas, la suerte o causas ajenas a uno mismo).

Normalmente, culpamos y responsabilizamos a los demás de nuestras desgracias o mala suerte, cuando en realidad, lo que estamos viviendo son las consecuencias de nuestras propias acciones. Toda conducta tiene repercusiones, por lo que ser felices, también incluye ser responsables y conscientes de las decisiones que tomamos. Sin embargo, en caso de no conseguir ser felices, tendremos que cambiar aquello que no nos convence, teniendo una actitud proactiva hacia la vida, valorando lo que tenemos y sacándole el mayor provecho.

¿Te ha pasado alguna vez que estabas buscando algo y no lo encontrabas porque lo tenías en las manos o que llevabas las gafas puestas mientras intentabas encontrarlas por la casa? Pues algo similar ocurre con la felicidad. Que está en nosotros y  depende de uno mismo. La felicidad no es una meta sino un camino a recorrer. Si algo no te gusta cámbialo si puedes o acéptalo si no lo puedes cambiar. Si crees que serías más feliz haciendo algo distinto ¡inténtalo! Te animo a establecer tus propias prioridades: ¿Qué es lo más importante para ti? Lucha por tus sueños. Pero no sólo soñando despierto, sino actuando, sacándolos de la cabeza para hacerlos realidad.


Sandra Sarabia Barrio
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Imágenes: Created by drobotdean ~  Freepik

 

 

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¡¡Deja ya ese vicio!!... ¿Es tan sencillo?

 

Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan. Como cada año, el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA) ofrece este 2021 una visión general del consumo de sustancias, tanto legales como ilegales.

.- Al igual que en ocasiones anteriores, el alcohol sigue siendo la sustancia psicoactiva más consumida. Su “consumo en atracón”  o “binge drinking”  mantiene una tendencia ascendente desde 2007.

.- A esta sustancia le sigue el tabaco, con un 32% de la población que fuma a diario.

.- Respecto a las sustancias ilegales, la más consumida es el cannabis, seguida de la cocaína y otras sustancias como el éxtasis o las anfetaminas. Además, encontramos una gran cantidad de sustancias que se consideran nuevos psicoactivos (keta, spice, cannabinoides sintéticos, marihuana sintética, ayahuasca…).

 

Recordemos los efectos negativos del consumo de estas sustancias: incluyen

  • consecuencias psicológicas: alteraciones en el estado del ánimo, ansiedad, alucinaciones y/o ideas delirantes…
  • problemas familiares y sociales  
  • enfermedades físicas causadas por las drogas: cardiopatías, embolias, cáncer...

Entonces, ¿por qué se consumen estas sustancias?

La investigación en torno a las adicciones ha demostrado que existen una serie de mecanismos cerebrales implicados en el consumo y el proceso adictivo: el sistema de motivación-recompensa.

Olds y Milner descubrieron un sistema cerebral que hace posible que sintamos placer. Realizaron una investigación con ratas. Estas podían pulsar una palanca que les permitía estimular el área del cerebro que se encarga de la motivación y la recompensa (“la vía mesolímbica”) en la que se había implantado un electrodo. Llegaban a estimularse hasta dos mil veces al día, dejando a un lado estímulos básicos como comida,  agua o sexo. Además, llegaban a soportar efectos adversos por conseguir la auto-estimulación.

Como neurotransmisor, la dopamina tiene un papel fundamental en el aprendizaje mediado por recompensa. Las sustancias adictivas consumidas de forma habitual se van a comportar igual que las recompensas naturales (agua, alimento o sexo) aumentando la liberación de dopamina. Cuando se comienza a consumir una droga, se produce una liberación de dopamina que facilita aprendizajes relacionados con el consumo. La liberación de dopamina es mayor que la que existe ante recompensas naturales. Las personas que consumen de manera habitual necesitan un aumento progresivo de la dosis, debido a la tolerancia, para que su cerebro libere esa cantidad de dopamina.

Por otro lado, el ambiente juega un papel fundamental. El sitio donde se consume o la compañía pueden convertirse en estímulos condicionados que más tarde acabarán haciendo que por sí solos hagan que aparezcan las ganas de consumir.

Por último, puede existir cierto tipo de “personalidad adictiva” que explique que ciertas personas sean más vulnerables a la adicción. Una de estas características es la impulsividad, es decir, responder a los estímulos sin reflexionar y sin anticipar las consecuencias. También, las adicciones han sido relacionadas con algunas entidades diagnósticas como el Trastorno de Déficit de Atención con y sin Hiperactividad (TDA-H), el Trastorno Bipolar y el Trastorno Límite de Personalidad.

Como hemos visto, las adicciones tienen una base neurobiológica y están influenciadas por una serie de factores psicológicos y sociales. Hasta hace un tiempo se entendían los problemas de sustancias como una simple cuestión de falta de voluntad y se culpabilizaba a la persona por no querer dejar esos “vicios”. Actualmente esta visión ha cambiado y se entiende que nos encontramos ante un trastorno.

Si tienes este tipo de problema o conoces a alguien que lo tenga, espero que estas páginas te hayan ayudado a entenderlo mejor y a saber que no es tan fácil como dar ese consejo de “déjalo ya” , que se puede superar pero que es necesario tratarlo a través de terapias psicológicas y farmacológicas que ayuden a las personas a recuperar su salud y su calidad de vida. 

Como siempre, un abrazo de 20 segundos para cada lector/a.

Autoras:
Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Clínica y directora de CIPSA
Leticia Palazuelos Martínez,
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Imágenes: Created by Racool_studio,  starline and  macrovector ~  Freepik