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Supermamá al Rescate

 

Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan. Hoy vamos a tocar un tema delicado que puede ser importante para muchas de nuestras amigas o familiares. La redacción de este post está a cargo de Rocío Rodríguez, alumna en prácticas de psicología.

Noticia: la maternidad no es fácil. Las expectativas sociales que se han ido estableciendo en la sociedad reflejan cada vez nuevos estándares añadidos.

En la sociedad actual se ha incorporado el rol de mujer trabajadora a la maternidad, aumentando las exigencias establecidas en la imagen de la madre ideal. Además, también se expone la maternidad como el máximo exponente de felicidad de la mujer. Estas ideas crean exigencias basadas en creencias idealizadas, es decir, que el punto de referencia va a estar puesto en una imagen inalcanzable de la maternidad.

Esta madre ideal se ve reflejada en las redes sociales como, por ejemplo, Instagram, Tik-Tok y Snapchat. Estas páginas y Apps son fuentes de información. Esto implica que un video sencillo de una mamá que hace una comida y se sienta con toda la familia ya implica: que tiene tiempo de dedicarle a hacer comida casera, que guardan espacio para estar en familia, sus hijos no tienen ningún problema con la comida, deja la cocina limpia tras cocinar, etc. y resulta que todos están contentos. La cuestión es que de aquí sacamos ideas que no amoldamos a las particularidades de nuestra propia vida y, menos aún, a lo que uno mismo quiere. También se ve perpetuada esta imagen por quien más nos puede vigilar: nosotros mismos (nuestro mayor policía y vigilante del perfeccionismo). El autocastigo y la autoexigencia puede llegar a poner la meta o el “debería” en un baremo muy alto (de nuevo el perfeccionismo). Este se caracteriza porque no es realista, si no es realista no es posible alcanzarlo. No tenemos que lograr ser doctoras, profesoras, psicólogas, monitoras, cocineras, lograr que en el trabajo no se note que tenemos hijos, ser las amantes perfectas a ojos de nuestras parejas y demás. ¡No hay super-mamás! Hay que recordar que las madres son personas reales con su paciencia, su cansancio, su cariño, sus gustos y con todo lo que las caracteriza como alguien más allá de la maternidad.

Todas estas ideas hay que tenerlas claras porque esta imagen perseguida puede tener sus repercusiones. No hablo solo del cansancio diario sino también de la ansiedad y la depresión. Se pueden manifestar en distintas maneras como cansancio, falta de motivación ante actividades que antes hacíamos, bajo estado de ánimo, insomnio, ganancia o pérdida de peso, etc. El autocuidado y guardar tiempo para una misma puede servir de ayuda para reconectar y centrar la atención en las necesidades propias. Es importante buscar una red de apoyo o contar con la que ya está ahí (amistades, padres, abuelos, cuidadores…) para que dediquen un rato a cuidar a los hijos. No estás obligada a querer estar siempre con ellos, no eres mala madre por ello, simplemente eres madre.

Como siempre me despido hasta el próximo blog con un abrazo de 20sg para cada uno de los lectores.


 Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Clínica y directora de CIPSA

Rocio Rodríguez González
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Imágenes: Pexels

 

 

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Etiquetas diagnósticas en psicología… ¿Nos definen?

 

Hola de nuevo y bienvenidos a nuestro blog, hoy vamos a hablar de las etiquetas diagnósticas en el ámbito de la psicología, un tema redactado por Ana García Resano y sobre el que vamos a analizar algún aspecto importante en el cambio terapéutico.

Las etiquetas diagnósticas son los nombres o categorizaciones en las que dividimos los diferentes tipos de problemas en función de la sintomatología que presenta una persona. Podemos plantearnos: ¿por qué categorizamos? La respuesta a esta cuestión podría resumirse en que hacemos uso de etiquetas ya que estas nos ayudan a ordenar y comprender la realidad de forma rápida y sencilla. Por tanto, en el área de la psicología también se emplean, procurando transmitir un diagnóstico en clave de resumen descriptivo. Estas etiquetas diagnósticas ofrecen ciertas ventajas, por ejemplo nos ayudan a comunicarnos de manera más fácil y resumida. Asimismo, a veces resultan aclaratorias o tranquilizadoras para algunas personas, ya que se le pone nombre a aquello que nos ocurre. Con ellas afianzamos que nuestro sufrimiento es reconocido e incluso compartido por otros y entendemos que no somos las únicas personas que lo padecemos.

De hecho, las personas tendemos a ponerle nombre a todo lo que nos ocurre. Sin embargo las etiquetas son estáticas y específicas, mientras que nosotros vamos evolucionando y cambiando día a día. Cada diagnóstico puede manifestarse de forma completamente diferente en cada persona. En la práctica los motivos por los que se asigna una misma etiqueta diagnóstica a diferentes personas pueden ser muy diferentes o incluso no coincidir entre sí. Es crucial tener presente que la realidad no está hecha para ser medida: aunque un problema se pueda etiquetar, lo realmente influyente en el cambio terapéutico es conocer y desgranar qué conductas están presentes en cada persona en particular, por qué se dan y qué las mantiene en el tiempo. Es decir, debemos ir más allá y encontrar una explicación a nuestras experiencias, no solo nombrarlas.

Por ejemplo, si creemos que la causa de nuestro bajo estado de ánimo o de nuestro  nerviosismo es eso que llamamos «depresión» o «ansiedad», podemos caer en el error de pensar que no podemos hacer nada contra ello. Probablemente terminaremos adoptando un papel pasivo e incorporando ese diagnóstico como parte de nuestra identidad. Esto último puede generar sentimientos de desesperanza o frustración en términos de un futuro tratamiento psicológico. Si por el contrario intentamos buscar por qué en nuestro caso en concreto se nos ha asignado esa etiqueta, probablemente contextualicemos mejor nuestra situación. De este modo, el cambio de perspectiva puede ser un aliciente para entender que hay posibilidades de cambio y pasar a la acción. Es decir, supone un abordaje individualizado atendiendo a las circunstancias específicas de cada persona, facilitando una intervención mucho más eficaz y favoreciendo en nosotros un rol activo.

En definitiva, los diagnósticos pueden ser útiles en el ámbito de la psicología, aunque con ellos también se escapan muchos detalles. Por tanto, es importante tener presente que el contexto e historia de vida de cada uno de nosotros es único, por lo que las etiquetas no hacen justicia a la complejidad de las personas.

Como siempre me despido hasta el próximo blog con un abrazo de 20sg para cada uno de los lectores.


 Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Clínica y directora de CIPSA

Ana García Resano
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Imágenes: Pexels

 

 

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El Arte de Parar el Tiempo

 

El post está a cargo de Oscar Sierra, Ana García y Rocío Rodríguez, alumnos en prácticas de psicología. En esta entrada vamos a hablar de la importancia de tomar distancia, ver las cosas desde otra perspectiva y saber parar a tiempo, ya que a veces el ajetreo del día a día hace que nos dediquemos menos tiempo.

La entrada de Internet y las nuevas tecnologías en la sociedad han hecho que nuestra velocidad de vida vaya más rápido. Esta rapidez, en algunas ocasiones puede hacernos creer que podemos llegar a todo.  Muchas veces nuestra vida frenética está llena de “tengo que…”, “debería…”, “necesito…”, etc. Estas demandas generan una sobrecarga constante, además de sentimientos de frustración por no lograr hacerles frente o hacerlo parcialmente. Todo ello nos impide disfrutar de los pequeños placeres, que no son tan pequeños. Por ejemplo, estar disfrutando de tu plato favorito sin televisión de fondo, estar con amigos sin el móvil delante o disfrutar de unas vacaciones sin estar pendiente del trabajo.

Por suerte, el cuerpo nos avisa de que algo no está yendo bien a través de alarmas: ansiedad, dificultad para dormir, nerviosismo, no poder mantener la atención, no disfrutar de lo que antes sí hacíamos, irritabilidad, falta de paciencia, etc. En algunas ocasiones no las oímos o las ignoramos. Es muy importante parar y reflexionar sobre lo que nos acontece y lo que nos hace sentir mal (un comportamiento propio, algo que te han dicho, tu trabajo, un amigo o pareja). No dejes que la propia rutina te impida detectar estas alarmas.

Ahora que ya has detectado las alarmas que te indican que algo va mal llega el momento de parar. Parar a tiempo significa no esperar a que nuestros sentimientos nos desborden o a que todas estas alarmas se intensifiquen. Es como una olla express, si dejas que la presión dentro de la olla aumente (malestares de la vida diaria) y no le haces caso al ruido del vapor (las alarmas), puede ocurrir que explote.

Darse cuenta es muy importante. Ahora llega la clave, ¿cómo dar el siguiente paso? Empezamos aclarando las prioridades en nuestra vida, es fundamental conocer qué cosas de las que hago me gustan y cuáles no, qué cosas son urgentes y cuáles son aplazables, cuáles son importantes y cuáles pueden no hacerse. Una forma de empezar es poner pequeños objetivos realistas, organizar bien nuestro tiempo, saber delegar responsabilidades, dedicar tiempo al autocuidado o saber decir “no”. En definitiva, tener claras nuestras prioridades y apartar lo restante.

Una vez que has parado y detectado las situaciones que te molestan llega el momento de ponerse a reflexionar y encontrar la manera de modificarlas. En algunas ocasiones toca aceptar la situación y en otras está en nuestra mano promover el cambio. Si nos decantamos por actuar, puede que descoloque a las personas de tu entorno, ya que un cambio en nuestra forma de actuar también puede tener repercusiones en los demás. Tu bienestar es tu prioridad, pero comprendiendo que los demás también están luchando por sus prioridades.

La habilidad de parar a tiempo es un arte que no todo el mundo maneja. Si no encuentras la manera de hacerlo o no sabes hacer frente a las repercusiones que conlleva, puedes acudir a un profesional que te de las herramientas para conseguirlo.

Espero que el trabajo de mis alumnos os esté sirviendo para entender aspectos desconocidos o novedosos y para  hacer cambios en vuestras vidas. Como siempre me despido hasta el próximo blog con un abrazo de 20sg para cada uno de los lectores.


 Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Clínica y directora de CIPSA

Óscar Sierra Embid, Ana García y Rocío Rodríguez
Psicólogas en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Imágenes: Pexels

 

 

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