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El síndrome del Salvador o “necesito que me necesites”

Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan. El post está a cargo de Marta Álvarez García alumna en prácticas de psicología en CIPSA.

Las relaciones de pareja pueden basarse en una unión sentimental disfuncional y acabar por convertirse en una idea distorsionada de lo que es el amor y la vida en pareja. En esta ocasión voy a centrarme en las relaciones basadas en la codependencia emocional.

La dependencia emocional se define como una necesidad extrema de índole afectivo que una persona siente hacia su pareja. Este tipo de relaciones suelen estar marcadas por la falta de confianza en uno mismo, la  falta de autonomía  y/o  el miedo a la soledad.

Sin embargo, la codependencia emocional, también conocida como síndrome del salvador, es más compleja. Es un tipo de dependencia que se basa en un patrón de vinculación de dos personas en el cual una de las partes adquiere un rol de “cuidador/a”, intentando rescatar y resolver los problemas del otro/a. Esto fomenta una dinámica de dependencia del “salvado/a” pero también de la persona “fuerte y salvadora” con la persona “frágil”. Y esto podría llegar a ser adaptativo en  la relación entre padres (salvadores) e hijos pequeños (salvados). Pero en el ámbito amoroso lo saludable es que ambas partes estén en una posición de igualdad.

Esta forma de actuar puede deberse a diferentes factores, entre los que tienen un gran peso las vivencias personales, la educación, la personalidad e incluso las propias exigencias de la sociedad. Socialmente esta forma de actuar puede verse como una muestra de amor en lugar de una manera de anular a la otra persona. Desde la infancia, la educación está basada en el respeto y el ofrecimiento de ayuda a los demás.  Sin embargo, es importante enfocarlo desde la reciprocidad, de manera que este altruismo sería más saludable de forma bidireccional, y no solo de una parte de la pareja a otra.

¿Cómo podemos identificar si estamos en una relación de codependencia?  Hay una serie de rasgos y conductas que nos pueden ayudar a identificar este tipo de relaciones. Por un lado, las personas “salvadoras” dejan sus necesidades y deseos de lado para ocuparse de cubrir los intereses, necesidades y objetivos de la otra persona, hasta el punto de llegar a sentir los fracasos del otro como propios.

También está presente la obsesión y deseo por controlar al otro, así como la hiper-responsabilidad, por lo que se sienten obligados a sacrificarse por  el otro/a aunque esto a largo plazo no les ocasione la satisfacción esperada.

Asimismo, suelen tener creencias irracionales, como por ejemplo “si hago todo esto por él/ella, me va a querer siempre”.

Las personas que están al otro lado de la relación, las “salvadas”, son individuos dependientes, con poca seguridad en sí mismos y muy baja autoestima, por lo que tienden a pensar que no pueden vivir sin su pareja, que les protege y les cuida. Además, suelen presentar un locus de control externo, piensan que no tienen el poder de cambiar su situación, achacando lo que les pasa a factores externos que no dependen de ellos.

Para hacer cambios, lo primero es reconocer si algo de esto nos está pasando. Así podríamos buscar soluciones para mejorar los comportamientos que estén convirtiendo la relación en disfuncional para que estos vínculos sean más sanos.

Como siempre, un abrazo de 20 segundos para cada lector/a.

Marta Álvarez García 
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Clínica y directora de CIPSA 

Imágenes: Created by pixabay ~ Pexels

 

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Las nuevas relaciones sentimentales

Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan. Vamos a hablar sobre cómo se forman las nuevas relaciones y los procesos implicados. Una de las alumnas del Master de Psicología quiere hablarnos de como la forma en la que interactuamos ha ido evolucionando con el tiempo; sin embargo, lo que siempre prevalece es la necesidad humana de establecer vínculos emocionales con los otros. En definitiva, las personas no estamos configuradas para vivir en soledad.

Ahora bien, las sociedades avanzan y con la nueva era digital, nuestra manera de relacionarnos con otras personas se ha visto influida enormemente por las nuevas tecnologías, los dispositivos, el lenguaje, la forma en la que socializamos… Pero no solo tienen impacto sobre el marco comunicativo, sino que han contribuido a la configuración de nuevos arquetipos de relaciones.

Pensemos por ejemplo en las redes sociales y las plataformas de citas. Lo que hace 50 años consistía en fijarse en la persona atractiva al final de la barra del bar y acercarnos a hablar con ella, encuentra ahora su análogo en deslizar a la derecha e iniciar un chat en Tinder. Este formato cuenta con determinadas ventajas, sí; hacer “match” de alguna forma nos confirma que le gustamos a la otra persona, nos muestran una breve presentación o biografía como si de un catálogo se tratara. Así nos es más fácil decidir si habrá compatibilidad entre lo/as dos. Pero también hay riesgos: ¿Se corresponde lo que vemos en una pantalla con lo que hay tras ella? Surgen también nuevas preocupaciones y fuentes de ansiedad: ¿Y si no se ajusta a mis expectativas? ¿Le gustaré cuando me vea en persona? ¿Será incómodo cuando nos encontremos por primera vez? ¿Habrá química?

Otra característica de la comunicación online es la premeditación del mensaje. Ni siquiera hace falta que pensemos en usar las palabras. Instagram ya cuenta con una serie de emoticonos predeterminados que usar para “reaccionar” al contenido de otra persona, y eso basta.

Hasta nuestras reacciones emocionales nos vienen dadas. A lo mejor por eso no es de extrañar que tengamos dificultades con la gestión emocional de las situaciones complicadas. La autorregulación emocional, la capacidad para manejar y controlar nuestras reacciones emocionales de acuerdo a las circunstancias, se nos presenta como un problema más.

Es una habilidad que no  nos enseñan, pero que a veces tampoco nos permitimos aprender. Pensamos, escribimos, no nos convence, borramos, conviene usar otra palabra, mejor no decir esto porque igual nos malinterpreta, enviamos, anulamos envío, ya esperaremos a que nos escriba el otro. Podemos meditar y re-meditar lo que vamos a decir o la forma en la que contestaremos (hay tantas posibilidades…), incluso si preferimos responder en un par de horas, cosa que en una interacción cara a cara es impensable.

Al mismo tiempo, quien está al otro lado de la pantalla lleva horas nervioso consultando repetidamente el móvil a la espera de un mensaje. De nuevo, un manantial de inseguridades, ¿se habrá cansado de mí?, ¿será que ya no le intereso?, seguro que me está ignorando, a lo mejor está ocupado pero, ¿y si es que está hablando con otra persona que le gusta más que yo? ¿por qué no me escribe?...

Empieza a oler a “ghosting”. El ghosting es un fenómeno social característico de estas aplicaciones. Consiste en terminar cualquier tipo de comunicación con la otra persona, espontáneamente y sin aviso, normalmente hasta de forma imprevisible. Podríamos decir que la preocupación por que nos hagan ghosting es como una nueva variante del miedo al abandono o al rechazo.

También en los últimos años se ha ido popularizando el término de “responsabilidad afectiva”. Alude principalmente a la necesidad de una comunicación clara basada en el respeto, siendo conscientes de que las cosas que hacemos y decimos repercuten en los demás. Así, se incluiría aquí el saber cómo trasladarle a una persona cuáles son nuestras expectativas, nuestras intenciones o lo que sentimos cuando nos involucramos con alguien. No solo importa, como mencionábamos antes, la autorregulación emocional, sino también empatizar con la gestión emocional de los otros. En esto se basa la inteligencia intrapersonal - de uno mismo - e interpersonal - de los demás -.

Por eso son fundamentales la comunicación asertiva y el manejo de habilidades sociales. Curiosamente, es en las redes donde con frecuencia, se divulgan vídeos y publicaciones que explican cómo deberíamos tratarnos unos a otros al relacionarnos, cuando probablemente es el ghosting el mayor exponente actual de la “irresponsabilidad afectiva”. Si era inviable “dejar en visto” a una persona que tienes delante, ante la barrera física que supone la pantalla, es más fácil desentenderse de la responsabilidad de responder a la otra persona, y así de simple, terminan las relaciones.

En un mundo moderno repleto de relaciones esporádicas, rollos de una noche, parejas abiertas o “amigos con derechos”, sumado a la volatilidad de estos vínculos, nos puede invadir el miedo a la ruptura de algo que, en otros casos, quizás ni tenía nombre. Deshacernos de las etiquetas, a veces por miedo al compromiso o a una implicación emocional profunda, supone manejar una vinculación que está sin definir.

Pero por otro lado, abrir nuestro corazón en internet está a la orden del día. A muchos no les resulta difícil hablar con un completo desconocido a través de mensajes. De hecho, sentimos que les conocemos tanto que ya no se trata de meros extraños. Con un par de horas al día chateando, ya hemos obtenido toda la información que en otra época nos hubiera costado meses de encuentros casuales y citas. Sabes cuál es su comida preferida, cuántos hermanos tiene, y si os habéis atrevido a poneros íntimos, conoces hasta su postura sexual favorita. ¿Pero realmente es suficiente la interacción virtual, carente de contacto físico y comunicación no verbal, para comenzar una relación afectiva con una persona? Hay diversas opiniones al respecto, pero lo que está claro es que a día de hoy, parece que sí supone un gran paso para conocer a las personas y entablar un vínculo emocional. Lo que ocurra en adelante, dependerá del interés y el esfuerzo a manos de cada uno, tanto con sus ventajas como con sus inconvenientes.

A pesar de los riesgos que comentábamos, no deberíamos dejar crecer el alcance, magnitud y frecuencia de estas inseguridades, permitiendo que dominen nuestros pensamientos. Cuando nos vemos intentando asimilar un desamor, tendemos a culpabilizarnos irracionalmente por aquello que podría haber sido y no fue, por lo que pudo salir mal, continuamente buscando explicaciones, pero incapaces de obtener una respuesta clara. La vida sigue. Parece un lema sacado de una taza de Mr. Wonderful, pero no es ninguna mentira o mantra barato. La baja tolerancia a la frustración y el derrotismo se apoderan de nosotros y a veces nos nubla la vista. Pensar en lo que nos depara el futuro es como mirar al horizonte de noche y no distinguir entre el cielo y el mar, todo se ve negro. Nada más lejos de la realidad. Podemos ser felices igualmente, sin tener que evitar constantemente el dolor que supone una pérdida o el miedo a la soledad. Ya encontraremos a alguien, quizás no. Quizás un día pides un café en un bar y ahí, al final de la barra, alguien te sonríe. Mientras tanto y como siempre un abrazo de 20 segundos para cada lector/a.


Andreína Enriquez No
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Clínica y directora de CIPSA 

Imágenes: Created by alvaro_cabrera, valeria_aksakovaFreepik ~ monstera ~ Pexels

 

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Así fue el Reencuentro con... Dra. Carmen Sarabia

 

Neuropsicología de las Emociones

El pasado 30 de noviembre, en la Sala Laredo del Hotel Bahía en Santander, se dio continuidad a la novena temporada de los Reencuentros. La Dra. Carmen Sarabia, cuya trayectoria profesional es muy amplia, vino en calidad de especialista en Neuropsicología para hablar sobre las emociones. Fue Ángela Carrera Camuesco, directora de Cipsa, la que entrevistó a nuestra invitada en esta ocasión.

De una forma amena y sencilla, Carmen fue desgranando y explicándonos conceptos de cierta complejidad, como Neurociencia, toda la ciencia encargada del estudio del sistema nervioso; Neuropsicología, ciencia centrada en las relaciones entre el cerebro y la conducta tanto en sujetos sanos como con daño cerebral; Neurología, campo de la medicina que se encarga del estudio de las enfermedades orgánicas del sistema nervioso.

Las emociones son innatas y tienen una función de adaptación al medio, ayudando a nuestra supervivencia. Existen muchas teorías en cuanto al número de emociones básicas, pero Carmen las resumió en seis: alegría, tristeza, miedo, sorpresa, asco e ira. Todas estas emociones son primarias, siendo la alegría la que primero manifestamos siendo fetos y la última que perdemos. Además de estas, están los sentimientos o emociones secundarias, que son más complejas. A pesar de compartir universalmente el mismo registro de emociones innatas, su expresión viene modulada por la cultura y el aprendizaje.

Ahora bien, ¿afecta lo que pensamos a lo que sentimos, o lo que sentimos afecta a lo que pensamos? Existe una relación bidireccional de influencia mutua entre emoción y pensamiento. Las emociones son aquello que nos impulsa y nos moviliza hacia la satisfacción de nuestros deseos, mientras que es el pensamiento el que nos hace reflexionar sobre ello y tomar decisiones.

Tanta potencia tienen las emociones, que está demostrado que aquellos recuerdos dotados de una alta carga emocional son los últimos en perderse cuando llegamos a la vejez. Esto sucede porque es el contenido emocional de los recuerdos lo que hace más accesible su recuperación del almacén de la memoria y si además este recuerdo se ha experimentado a través de cualquiera de los 5 sentidos, se recordará con mayor facilidad. De hecho, Carmen conmovió al público contando una anécdota profesional en la que uno de sus pacientes, que llevaba 10 años sin responder ni expresar emociones ante ningún estímulo a causa de una enfermedad degenerativa, fue capaz de cantar ópera al emocionarse escuchando una famosa obra de Pavarotti que recordaba de su juventud.

Es curioso también el caso de aquellas personas que son incapaces de sentir, reconocer  y expresar emociones. Este trastorno se conoce como alexitimia y afecta a un 10% de la población, mayoritariamente a hombres.

Por último, y para concluir con esta entretenida entrevista, Carmen arrojó algo de luz sobre algunos de los mitos que hay acerca de las emociones:

¿Hay emociones positivas y negativas?

Aunque a nivel de investigación se han clasificado de esta manera (por ejemplo, la alegría es positiva y la tristeza es negativa), la realidad es que todas son necesarias y no cabe definirlas en cuanto a si son negativas/positivas o buenas/malas. Lo que puede ocurrir es que nos generen malestar en función de su intensidad, duración y frecuencia y del contexto cultural en el que las manifestemos.

¿Se pueden controlar las emociones?

Las emociones son involuntarias y por lo tanto no podemos evitar experimentarlas. Sin embargo, sí podemos controlar la manera en la que las expresamos, ya que como hemos comentado, esto dependerá del aprendizaje de la gestión emocional.

¿Ser racional implica no tener emociones?

En apariencia, podríamos distinguir dos tipos de personas: aquellas que toman decisiones guiándose por la razón, y por otro lado, aquellas se dejan guiar más bien por la intuición y la emoción. No obstante, esto no implica que las personas racionales no sientan y expresen sus emociones como las demás.

¿Existe una parte del cerebro encargada específicamente de las emociones?

Comúnmente, se tiende a asociar el hemisferio izquierdo con el pensamiento lógico y racional, mientras que sería el hemisferio derecho el que se relaciona con el arte, la creatividad y la emocionalidad. Se suele recurrir a esta diferenciación fundamentalmente a nivel académico para facilitar el aprendizaje de determinadas estructuras y funciones. Sin embargo, ya se ha comprobado que cuando ciertas regiones del hemisferio derecho, normalmente encargadas de la gestión emocional, se lesionan, otras zonas y estructuras diferentes son capaces de suplir esta misma función. Este hallazgo demuestra que no habría necesariamente zonas con especificidad funcional, sino que el cerebro trabaja en red.

Agradecemos a Carmen todo lo aprendido e invitamos al público al próximo reencuentro “Conocer la Psiquiatría para poder aceptarla” que será el miércoles 25 de enero de la mano del psiquiatra Jesús Artal Simón que será entrevistado por la periodista Leticia Mena.


Marta Álvarez García, Sandra Calzada Edesa y Andreína Enriquez No
Psicólogas en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

 

 

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